jueves, 21 de abril de 2016

Un abrazo, casi cualquier abrazo, es siempre un falso consuelo: calor humano de pacotilla que representa una impostura: el cariño hacia otro ser humano en una escasa muestra producto de la falta de compromiso. ¿Cómo podemos recibir consuelo de un abrazo, si no podemos recibir consuelo de la verdad? (de la verdad recibimos menos consuelo que de nada, dicho sea de paso). Si quisiéramos dar cariño a otra persona no nos limitaríamos a abrazarla: probablemente tendríamos que devorarla. ¿Qué son si no aquellos vaivenes, contoneos, trompicones, propios de las personas que se abrazan, sino reprimidos conatos de canibalismo? Y si de verdad nos consuela un abrazo, tanto peor: ello no habla bien de las profundidades de nuestras carencias emocionales. No sólo nos asquean los abrazos porque nos den asco los hombres, sino sobre todo porque nos da asco el significado mismo del consuelo: búsqueda superficial de satisfacciones baratas cuando algunos buscamos agresiones más fuertes: el que ofrece sus abrazos es un mercachifle. Abrazar por demostrar afecto, tiene un pase; pero abrazar para consolarse es como besar un crucifijo: una mera gracia que no me entusiasma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

- ¿Cómo podemos recibir consuelo de un abrazo, si no podemos recibir consuelo de la verdad?

- Porque las mentiras son más cómodas que la verdad.

Laura Elizabeth dijo...

Eres EXACTO.