viernes, 22 de abril de 2016

La tierra no se protege: la tierra se viola: proteger la tierra es no respetarla como digno contrincante: ¿y qué es la tierra, sino nuestro oponente, nuestro enemigo, nuestro adversario? Y nuestro autoritario aniquilador: pensar que podemos ganarle la batalla a la tierra es creer en un poder superior a la naturaleza, y que ese poder es el hombre. ¿Y qué dignidad puede tener el suelo que pisoteamos? Tanta como el sujeto pisoteador: ninguna. Me repugna quienes cuidan el mundo: ¿para qué? ¿y para quiénes? Nuestros descendientes, en tanto nos sobreviven, sólo merecen nuestro desprecio: el deseo de acabar con la prole leprosa del hombre es el único sentimiento puro que respeto. No, no somos frutos del mundo: un todo-uno, sino hijos desterrados de la muerte que miran el futuro con recelo y el pasado con rencor (porque la nada no tiene tiempo: y aunque nos regurgite, la añoramos porque es lo único que sabemos y que podemos hacer: añorar el tiempo en que no añorábamos nada. ¡Ojalá no se pudiera decir la nada! Se puede decir la palabra, pero no pensar la nada: no existe nada más lejano a los hombres que la nada, y sin embargo, nada que los obsesione tanto como ésta).

jueves, 21 de abril de 2016

Un abrazo, casi cualquier abrazo, es siempre un falso consuelo: calor humano de pacotilla que representa una impostura: el cariño hacia otro ser humano en una escasa muestra producto de la falta de compromiso. ¿Cómo podemos recibir consuelo de un abrazo, si no podemos recibir consuelo de la verdad? (de la verdad recibimos menos consuelo que de nada, dicho sea de paso). Si quisiéramos dar cariño a otra persona no nos limitaríamos a abrazarla: probablemente tendríamos que devorarla. ¿Qué son si no aquellos vaivenes, contoneos, trompicones, propios de las personas que se abrazan, sino reprimidos conatos de canibalismo? Y si de verdad nos consuela un abrazo, tanto peor: ello no habla bien de las profundidades de nuestras carencias emocionales. No sólo nos asquean los abrazos porque nos den asco los hombres, sino sobre todo porque nos da asco el significado mismo del consuelo: búsqueda superficial de satisfacciones baratas cuando algunos buscamos agresiones más fuertes: el que ofrece sus abrazos es un mercachifle. Abrazar por demostrar afecto, tiene un pase; pero abrazar para consolarse es como besar un crucifijo: una mera gracia que no me entusiasma.