martes, 30 de abril de 2024

Repoblad la tierra

Cuando el Mesías señaló al horizonte con ese dedo suyo tan lúcido y afilado, con los ojos azules casi opacos y una inmaculada sonrisa que se desplegaba por el rostro con toda su sabiduría desparramándose, hacia el horizonte que en ese justo momento escondía ya medio sol anaranjado bajo su línea de relieve, y dijo de pronto: «Marchad hacia el horizonte y repoblad esta tierra apestada de tinieblas, pues llegará el día en que el sol marchará de nuevo sobre el mundo y los Justos lo gobernaréis» los apóstoles nos miramos los unos a los otros desconcertados. No teníamos valor para mirarle a Él. 

    «Pero Señor, somos sólo doce hombres…», dije yo, valiéndome de haber sido el primero de entre sus escogidos para hablar en nombre de todos. «Ni uno más, ni uno menos, doce hombres…Bueno…» rectifiqué en seguida, tras un rápido balbuceo «trece si te contamos a ti».

    «Así sea» dijo el Mesías simplemente. 

    El Mesías nunca se equivoca. Creemos en el Mesías. Su palabra es Ley. No sabemos si fue acaso gracias al misterio de los impares, pero nueve meses después el Mesías comenzó a parir bebés como si fuese una tragaperras hackeada. Unos bebés lindísimos, de todas las razas, sexos y religiones. 

 

martes, 9 de abril de 2024

LA PIEDRA H (o la exigencia de una originalidad continuada)

Levantó el cavernícola una enorme piedra sobre su cabeza, la agitó en el aire, como en un viacrucis anacrónico mediante el cual paseara por los cielos un objeto de muerte y redención, y golpeó en la frente a un cavernícola anónimo que acababa de invadir el territorio de su tribu, en compañía de otra tribu de cavernícolas anónimos. El golpe tumbó al invasor de inmediato, acostándolo en su pobre lecho de muerte, unas hierbas cenicientas teñidas de sangre.

Pero cuando el resto de los cavernícolas, cavernícolas de su tribu y de la tribu de asaltantes, comenzaron también a golpearse con piedras los unos a los otros, aquel pionero de las armas quedó espantado, y sintió, entre el miedo y el envanecimiento, la exigencia de una originalidad continuada.

Otro cavernícola más osado, sin embargo, le adelantó en aquella carrera mortífera, y en lugar de golpearle con la piedra, se la lanzó. Y como nuestro cavernícola pionero murió y aquél cavernícola, homicida del primero, sobrevivió, fue éste el que saboreó las mieles de la gloria, procreando con las mujeres más bonitas del grupo recién dominado y alcanzado el liderazgo dentro de su propia tribu. Liderazgo que apenas duraría un par de semanas, pues otro cavernícola aún más osado había comenzado ya a afilar las piedras antes de lanzarlas…