martes, 9 de abril de 2024

LA PIEDRA H (o la exigencia de una originalidad continuada)

Levantó el cavernícola una enorme piedra sobre su cabeza, la agitó en el aire, como en un viacrucis anacrónico mediante el cual paseara por los cielos un objeto de muerte y redención, y golpeó en la frente a un cavernícola anónimo que acababa de invadir el territorio de su tribu, en compañía de otra tribu de cavernícolas anónimos. El golpe tumbó al invasor de inmediato, acostándolo en su pobre lecho de muerte, unas hierbas cenicientas teñidas de sangre.

Pero cuando el resto de los cavernícolas, cavernícolas de su tribu y de la tribu de asaltantes, comenzaron también a golpearse con piedras los unos a los otros, aquel pionero de las armas quedó espantado, y sintió, entre el miedo y el envanecimiento, la exigencia de una originalidad continuada.

Otro cavernícola más osado, sin embargo, le adelantó en aquella carrera mortífera, y en lugar de golpearle con la piedra, se la lanzó. Y como nuestro cavernícola pionero murió y aquél cavernícola, homicida del primero, sobrevivió, fue éste el que saboreó las mieles de la gloria, procreando con las mujeres más bonitas del grupo recién dominado y alcanzado el liderazgo dentro de su propia tribu. Liderazgo que apenas duraría un par de semanas, pues otro cavernícola aún más osado había comenzado ya a afilar las piedras antes de lanzarlas…


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