miércoles, 18 de mayo de 2022

'Diarios', de Lord Byron

 95

Si tuviera que vivirlo todo de nuevo, no sé qué cambiaría de mi vida, a no ser que fuese con el fin de no haber vivido. La historia, la experiencia y todo lo demás nos enseñan que lo bueno y lo malo están bastante compensados en esta existencia, y lo que más cabe desear es que abandonarla no resulte doloroso. ¿Qué puede darnos sino años? Y estos poco de bueno tienen, salvo que se acaban.


96

Acerca de la inmortalidad del alma me parece que puede haber pocas dudas si atendemos por un momento a la acción de la mente. Está en perpetua actividad. Solía dudar de ello, pero la reflexión me ha enseñado mejor. Actúa además independientemente del cuerpo: en sueños, por ejemplo, con incoherencia y un poco a lo loco, no lo niego; pero, con todo, es mente, y más mente que cuando estamos despiertos. Ahora bien, ¿quién puede asegurar que esta no actúa con independencia del resto igual que lo hace unida a él? Los estoicos Epícteto y Marco Aurelio llaman a dicho estado «un alma que arrastra una carcasa»: se trata, sin duda, de una cadena muy pesada, pero de toda cadena, al ser materia, bien puede uno zafarse. Cuestión aparte es valorar hasta qué punto nuestra vida futura será individual, o mejor, hasta qué punto se parecerá a nuestra existencia presente, pero que la mente es eterna me parece tan posible como que el cuerpo no lo es. Por supuesto, me he aventurado en este asunto sin recurrir a la Revelación, que, pese a todo, es una solución tan racional al menos como cualquier otra. La resurrección de la materia resulta algo extraño e incluso absurdo si no conlleva el propósito de castigar, y todo castigo destinado a vengar más que a corregir es por fuerza moralmente equivocado; y, cuando el mundo esté a punto de acabar, ¿a qué propósito moral o de advertencia pueden obedecer las torturas eternas? Es posible que las pasiones humanas hayan desfigurado en este punto las doctrinas divinas, pero el asunto en su totalidad es inescrutable. Es inútil decirle a alguien no que razone, sino que crea: lo mismo puede decírsele a un hombre que no despierte, sino que duerma, ¡y después mortificarle con tormentos! ¡Y qué más! No puedo evitar pensar que la amenaza del infierno hace tantos demonios como los más severos códigos penales de la inhumana humanidad hacen canallas. El hombre ha nacido con un cuerpo para la pasión, pero con una tendencia innata aunque recóndita a amar el bien como principal móvil de su mente. Pero ¡que Dios nos ayude! De momento no es sino un triste tarro de átomos.


97

La materia es eterna, siempre cambiante; pero proviene de la reproducción y, hasta donde podemos comprender la eternidad, es eterna. Y ¿por qué no también la mente? ¿Por qué la mente no habría de actuar con y sobre el Universo, de la misma manera en que ciertas porciones de este actúan sobre y con este amasijo de polvo llamado Humanidad? ¿No vemos que un solo hombre es capaz de actuar sobre él mismo y sobre otros, o sobre las multitudes? El mismo agente en un grado más alto y más puro puede actuar sobre las estrellas, etc. ad infinitum.


98

A menudo me he sentido inclinado por el materialismo en filosofía, pero nunca he podido soportar su introducción en el cristianismo, que se me antoja esencialmente fundado en el alma. Por esta razón, el materialismo cristiano de Priestley siempre me ha parecido una bobada. Quien quiera creer en la resurrección del cuerpo que lo haga, pero no sin un alma; que me maten si, después de haber tenido un alma (como sin duda la mente o como se la quiera llamar lo es) en este mundo, hemos de separarnos de ella en el próximo, aun a cambio de una materia inmortal. Reconozco mi parcialidad por el espíritu.


99

Siempre soy más religioso en un día soleado, como si hubiera algún vínculo entre un acercamiento interior a una mayor luz y pureza y el encendido de esta oscura linterna que es nuestra existencia exterior.

La noche es también un asunto religioso, y más lo pienso desde que miré la luna y las estrellas a través del telescopio de Herschell y vi que eran mundos.


102

¡Qué cosa extraña es la propagación de la vida! Una burbujeante semilla, ya sea derramada en el vientre de una puta o en el orgasmo de un sueño voluptuoso, podría (por lo que sabemos) conformar un César o un Bonaparte: nada destacable se recuerda de sus progenitores, que yo sepa

jueves, 12 de mayo de 2022

TENTACIÓN AL BUDA

Tentó Mara al Buda con todos los placeres del mundo, plumas en las ingles, besos de castas muchachas y caricias de lascivos muchachos, riquezas, manjares exquisitos, ambrosías, músicas celestiales…, pero fracasó, y en lugar de aceptar su fracaso, le dijo rabioso al Iluminado: “no vales nada, tío, mejor te mando a mi ejército, pedazo de basura”. 

Mara no era simplemente malvado, de haber sido simplemente malvado, habría aceptado su fracaso y comprendido la superioridad del Buda. Es que Mara realmente creía que lo mejor que el Buda podía hacer era deleitarse y gozar con los placeres mundanos que le ofrecía el cosmos al unísono y que él, tan sólo, pretendía descubrirle. Por eso lo despreció tanto, no por maldad, que no explica su desprecio –si acaso explicaría su frustración– sino por un profundo y sincero convencimiento hedonista: Mara se sintió rechazado. 

Lo que distingue a Mara del Buda no es la maldad genuina y esencial del primero, sino la filosofía de cada uno. Es pueril considerar a Mara un malvado: sucedió, nada más y nada menos, que su filosofía era inferior. 

Mara no quiso hacer “caer” al Buda –prejuicio evangélico–. Mara buscaba un compañero de juergas.