viernes, 3 de diciembre de 2021

El Pueblo Blanco (o Los seres blancos); de Arthur Machen: Sobre la naturaleza del pecado

«Puede creerme, el pecado en su sentido estricto es muy raro; es probable que haya habido muchos menos pecadores que santos. Sí, su punto de vista es muy apropiado para la vida social y práctica; por naturaleza nos inclinamos a creer que una persona que nos desagrada profundamente debe ser un gran pecador. Es muy desagradable que le roben a uno la cartera y, por tanto, al ladrón lo calificamos de gran pecador. En verdad, es simplemente un hombre sin desarrollar. No puede ser un santo, por supuesto, pero sí puede ser una persona infinitamente mejor que otras muchas que nunca han quebrantado un solo mandamiento. Es un fastidio para nosotros, lo admito, y hacemos muy bien en encarcelarlo si lo cogemos; pero entre esta acción molesta y antisocial y el mal…, ¡ay!, la relación es de lo más tenue».

«El hombre meramente carnal, sensual, no tiene mayores posibilidades de convertirse en un gran pecador que en un gran santo. La mayoría de nosotros no somos más que criaturas indiferentes y confusas; pasamos por el mundo sin darnos cuenta del significado y el sentido oculto de las cosas y, en consecuencia, nuestra maldad o nuestra bondad son más bien de segunda categoría, insignificantes». 

«La santidad requiere un esfuerzo tan grande, o casi tan grande; pero se mueve dentro de unos límites que fueron naturales alguna vez; es un esfuerzo por recobrar el éxtasis previo a la caída. Sin embargo, el pecado es un esfuerzo por alcanzar el éxtasis y la sabiduría que pertenecen únicamente a los ángeles, y al hacer este esfuerzo el hombre se convierte en un demonio. Ya le dije a usted que el simple asesino no es por eso un pecador; esto es cierto, pero el pecador es a veces asesino. Gilles de Rais es un ejemplo. Así que puede usted comprender que, aunque el bien y el mal son antinaturales para el hombre de hoy en día, para el ser civilizado y social el mal es antinatural en un sentido mucho más profundo que el bien. El santo procura recobrar un don que ha perdido; el pecador trata de obtener algo que nunca fue suyo. En resumen, repite la caída».

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