jueves, 2 de diciembre de 2021

Estoy despierto, guiño un ojo, luego el otro; tumbado bocarriba en la cama, apenas iluminado el cuarto por un rayo tempranero de un sol blanquecino, me pregunto: si yo quisiera guiñar ambos ojos a la vez, ¿cuál de mis dos ojos sería más rápido, el izquierdo o el derecho?, ¿en qué ojo, por lo tanto, puedo confiar más? ¡Pero para guiñar un ojo el otro debe estar precisamente abierto! Esta competición carece de sentido y yo soy un esclavo del absurdo, su más intimidante y fiel esclavo.

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