Un hombre afín al panteísmo, ante la caca atroz y hedionda de su perrito, pone ojos tiernos.
Diríase que le perdona la vida a esa caca, pues también participaría de la divinidad. Si a la caca, en un arrebato de minimalista testarudez, la llamase casa, podría irse a vivir dentro de ella.
Mainländer, en cambio, tomaría aquella caca como lo que es, como un desecho y nada más, un desecho entre desechos, igual que a sí mismo se tomaría como un desecho y nada más.
Si Mainländer, por último, pisara por accidente una caca, se diría que no es peor pisar una caca que llenarse de aire los pulmones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario