martes, 16 de marzo de 2021

Vi un santo

Una tarde me encontré con un Santo y le exigí un TFG de mínimo 100.000 palabras sobre la bondad donde sea capaz de dar cuenta racional y objetivamente de ésta a través de una demarcación filosófico-técnica. Es inútil buscarle sentido a lo que nos pasa: el Santo lleva tres meses trabajando para mí como secretario personal.

    Hoy parece muy ocupado, creo tiene síndrome de burnout, corre de acá para allá echando humo por la coronilla, ahora mismo está archivándome unas definiciones hipotéticas como premisa de bondad y luego tiene que ponerse con una parametrización de la misma. Además, tiene pendiente para mañana responderme a esta pregunta: "En términos cuantitativos, ¿cuánta bondad debe producir un hombre antes de morir en compensación por la maldad expelida del nacimiento para que su existencia pueda concluirse como existencia neutral?". Evidentemente, por mucho festivo que sea, este viernes trabaja.

    Cuando me aburro, le hago la zancadilla para que se le caigan todos los papeles de la carpeta y tenga que dedicarse a reordenarlos todos. Así espero que llegue a confundir algún día la bondad con algún tipo nimio de maldad y que peque por equivocación. Es muy divertido verle dándose golpes en la frente con la palma de la mano como si se le hubiera olvidado algo importantísimo en cuanto se percata de que una bondad al revés es una maldad gravísima o por lo menos una chifladura imperdonable. Por ejemplo, gracias a mis zancadillas constantes ayer casi consigo que considere como legítimo el matar a alguien sólo para hacerle después el favor a su familia de pagar su entierro. 

    (Nada es tan sencillo como abusar de un santo. El santo dice que sí a todo, no se ofende, si sufre se retuerce él solo como un gusano al que se le ha clavado un anzuelo en el vientre. El santo recibe los latigazos como triunfos, porta por orgullo un nimbo de escupitajos y sus pupilas son dos huevos podridos de fuego hediondo constreñido).

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