sábado, 19 de marzo de 2022

Almas muertas, Gogol: contra el Progreso

 «(...) porque todos somos en extremo generosos cuando se trata de la palabra "necio" y nos encontramos dispuestos a adjudicársela a nuestro prójimo veinte veces por día. Es suficiente hallar un aspecto estúpido entre diez para que le califiquen a uno de necio sin pensar para nada en los nueve aspectos buenos.

A los lectores les es muy fácil juzgar desde su tranquilo rincón, desde una altura que les deja ver todo el horizonte y otearlo todo cuando las cosas suceden allá abajo, desde donde únicamente se pueden distinguir los objetos más cercanos. En los anales de la historia de la Humanidad muchos son los siglos que el hombre tacharía y destruiría completamente por creerlos inútiles. En el mundo se han cometido muchos errores en los que parece que ahora no incurriría un niño. ¡Qué alejados, estrechos, tortuosos, desviados e infranqueables caminos eligió la Humanidad en su afán de llegar a la verdad eterna, siendo así que delante de ella se le ofrecía abierto un camino recto, parecido al camino que lleva al soberbio edificio destinado a la residencia del Zar!

Era un camino más ancho y majestuoso que todos los demás, iluminado por el sol, y en el brillaban las luces por la noche, pero las gentes se alejaban de él y se encaminaban hacia las tinieblas. Y en cuantas ocasiones, aunque les orientara el pensamiento venido del cielo, retrocedieron y se desviaron, fueron a parar, en pleno día, a lugares infranqueables, se arrojaron unos a otros una niebla que les cegaba y, siendo unos fuegos fatuos, alcanzaron el borde de un abismo para después preguntarse aterrorizados: ¿Dónde está la salida? ¿Dónde está el camino?

Nuestra generación lo ve todo con claridad, le sorprenden los errores, le causa risa la insensatez de sus mayores, sin advertir que esos anales han sido escritos con fuego celestial, que en ellos clama cada letra, que un dedo imperioso le señala por doquier a ella, a la generación actual. Pero nuestra generación se ríe, y arrastrada por el orgullo y la vanidad, empieza una serie de nuevos errores, de los que con el tiempo se reirán asimismo nuestros descendientes».


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