sábado, 9 de febrero de 2019

Si lo único que nos retuviera en este mundo fuera nuestra propia voluntad, entonces sería tan fácil elevar el cuchillo sobre nuestras cabezas como fácil nos resulta elevar la cucharilla sobre el paladar. Se equivoca Séneca cuando dice: «La mejor razón para no quejarse de la vida es que ella no retiene al que la quiera dejar. Las cosas humanas están muy bien dispuestas: nadie es desgraciado más que por su culpa. ¿Te place la vida? Vive. ¿No te place?, pues eres dueño de volver al lugar de donde has venido». Ocurre, sin embargo, que contra la voluntad de darse muerte combaten todo tipo de impedimentos, desde la culpa por el dolor que le podamos causar a nuestros seres queridos al más superfluo instinto de supervivencia, consustancial a todos los seres vivos, que nos persuade de resistir en el mundo un segundo más, aún cuando todo alrededor parezca desmoronarse. Cabría, además, hacerse la pregunta filosóficamente más relevante acerca de qué es el mundo y qué es la consciencia, porque si no podemos desligar la consciencia del mundo entonces ni tan siquiera es cierta la premisa de que la vida no retenga al que la quiera dejar. Séneca opina aquí desde la presuposición, que insinua apenas vagamente, de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, pues «nadie es más desgraciado que por su culpa», conjetura tan falsa como una pésima broma sin gracia: los seres vivos sobreviven en un entorno hostil donde los recursos son limitados y la propia vida carece de sentido. Y el individuo recoge esta insatisfacción por el movimiento que inaugura su existencia para imponer su ego sobre una civilización que fragmenta su libertad en triquiñuelas. Ni siquiera un niño perdido en la jungla sería infeliz más que por su culpa: sus creencias dependerían de las posibilidades devenidas de su supervivencia. O por poner un ejemplo esclarecedor: afirmaré que es más sencillo ser casto en el desierto que en un mundo prostituido. Dicho burdamente: la libertad también se nos impone. El hombre no escoge ni sus tentaciones ni su pecado...

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