Las religiones, como los sistemas filosóficos, necesitan de la invocación de variopintos conceptos auxiliares que las salven de la crítica y las mantengan vigentes. Pero ni siquiera los seres humanos nos podemos sostener sin conceptos auxiliares: sin ellos nos convertiríamos en polvo, en oquedades, nos esfumaríamos con el menor soplido del viento...
Los conceptos auxiliares son nuestro armazón, nuestro esqueleto, un principio de razón suficiente: nuestra gravedad y nuestra gracia.
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