domingo, 18 de abril de 2021

El ciego

Salía temprano por la mañana hacia el trabajo cuando un hombre se paró en silencio ante mí. Era un hombre ciego, mayor, desaseado. Al comienzo pensé que querría limosna o preguntarme una dirección (¿cómo se le dan indicaciones a un ciego?), pero se limitó a sonreír alzando tan sólo el labio superior. Le faltaban todos los dientes. Y sus encías eran negras.

–¡Señor!– dije, interrumpiendo su sonrisa– No entiendo qué espera usted de mí.

Pero el ciego no respondía. Parecía un árbol al que hubiera impactado un rayo: muerto por dentro pero en pie.

–Va usted a provocar, sin quererlo, que llegue tarde al trabajo. No puedo permitirme seguir llegando tarde al trabajo cada día.

Entonces recordé que ese ciego me hacía lo mismo todas las mañanas. Llevaba con ese jueguecito medio año. ¿Pero cómo me había librado de él? La vía peatonal era muy estrecha, y por la carretera no dejaban de circular coches. Temía que me atropellasen o que se montase tras nosotros una fila de personas impacientes a pie, exigiendo su derecho de llegar puntuales al trabajo.

–¡Exijo mi derecho...! –comencé a exclamar. Pero en seguida me di cuenta de lo ridícula que sonaría una exigencia saliendo de mi boca. Preferí ser un poco elegante y callarme.

–Por favor, le ruego que me disculpe –empecé elegantemente a decir –pero no debería llegar tarde al trabajo, y si usted se apartase tan sólo unos centímetros a su derecha, entonces llegaría a tiempo.

Pero allí permanecía imperturbable el ciego, con su siniestra sonrisa a medias.

Sus negras encías malignamente enfermas, sus ojos inútiles fijos en algún vacío pasado. 

–¡Apártese, apártese le digo! –rugí tomándole por los hombros. Llegué a apretar mi mano en su cuello – ¡Que se aparte!

Le escupí en el rostro. Sanguinolento esputo que ignoró estoicamente.

Seguía sin recordar cómo había hecho los días anteriores para echarle.

Me rendí.

Simplemente di media vuelta y regresé a la cama. Allí recordé al fin:

–¡Eso, eso haré! –me exigí a mí mismo.

Justo antes de quedarme dormido me pregunté si aquel ciego tendría trabajo. Los recuerdos se dispersaron en seguida.

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