jueves, 1 de abril de 2021

El chiste del optimista y del pesimista, con breve intervención divina

Os voy a contar un chiste: estaban paseando por la montaña un optimista y un pesimista, charlando vivazmente en medio del fresco aliento de las alturas. El pesimista amenazaba con tirarse cuando el optimista le explicó que aquella sería una hazaña sin sentido, pues era una ofensa al universo el darse muerte a uno mismo cuando había tantas bellezas como las de aquella montaña. El pesimista le reconoció, sin embargo, que ciertamente en el universo había verdaderas bellezas, pero que ninguna de estas bellezas durarían mucho más que su propia existencia. Pero mientras tu existencia dure, respondió el optimista, y puesto que ésta es caduca ¿por qué habrías de renunciar a tu sentido de la belleza, a la maravilla y al placer? En primer lugar, amigo, continuó el pesimista, la suma de los tormentos es superior a la suma de los placeres, e incluso si no lo fuera, tanto valdría, pues cualquier agonía cambia la sustancia de nuestro espíritu en medidas que jamás alcanzaría ningún placer. Ninguna satisfacción es posible, en segundo lugar, pues mientras vivimos permanecemos atados a deseos que jamás logramos satisfacer. Y en tercer lugar, piensa bien lo que dices, pues precisamente porque la vida es caduca, esa temporalidad que acusamos, enfrentada a la eternidad de la muerte, representa una verdadera nulidad. De nulidad nada, insistió el optimista, precisamente porque es tiempo vivido se convierte en tiempo salvado. Por otra parte las posibilidades del mundo nos son desconocidas, nuestro conocimiento está apenas en su infancia, afirmar que ninguna perspectiva de trascendencia es posible es dar un salto de fe enorme. ¿Y cómo sabes que la suma de los dolores supera la suma del placer? Tal vez sea así para ti que te atormentas con fantasías de exterminio, pero las personas normales viven felices, alegres, con experiencias que colman sus sentimientos. En cuanto al deseo: basta que el deseo aparezca para que el deseo pueda ser satisfecho, pues sería otra desconsideración al escepticismo por tu parte el  afirmar sin pruebas que ningún deseo puede ser satisfecho. Parecería más bien lo contrario: si uno contempla la naturaleza advertirá en seguida que el hecho de una necesidad  que no pueda ser satisfecha no aparece por ningún lado. ¿Y qué es el deseo sino un impulso de la necesidad? Diría, comenzó el pesimista, que tomas como verdad lo que es simplemente una ilusión de tu conciencia. Para que el tiempo vivido fuese tiempo salvado este tendría que permanecer, es condición indispensable para que tu aseveración fuese cierta. Puede que el mundo nos sea desconocido, pero nosotros mismos no somos desconocidos para nosotros mismos, es partir de nuestra propia realidad desde la que conjeturamos ciertas verdades que parecen universales pues aunque no fuesen universales seguirían siendo verdades relativas a nuestra existencia. Tal vez sea cierto que para los animales el sufrimiento es asumible, pues podría decirse que no experimentan verdadero sufrimiento, ya que es un hecho en ellos que no aparece ninguna o que aparece escasa autoconsciencia. Es esta autoconsciencia la que nos desliga del universo: nos hace sentirnos extraños, amenazados, la que nos da el conocimiento de nuestra mortalidad y nos trastorna en seres sedientos de eternidad. La autoconsciencia genera más problemas de los que soluciona, pues genera el problema fundamental a partir del cual tratará en vano de resolver nuestras desdichas consecuentes. El que sobrevivamos al entorno gracias a nuestras elevadas dotes intelectuales, elevadas sólo en comparación a la de otros seres que habitan nuestro planeta, sólo supone una inercia de soluciones fallidas. No descarto el que puedan existir seres autoconscientes en otros planetas que no sufran nuestra desdicha. Pues después de todo ellos han podido tener un progreso evolutivo con adaptaciones infinitamente diferentes. A tal especie le corresponderá, por lo tanto, decidir si la existencia es algo que merece o no merece la pena, al igual que nos corresponde a los hombres tomar esa decisión. Sin embargo, existe un problema importante: a nosotros puede correspondernos el tomar una decisión que somos incapaces de tomar: podemos a lo sumo saber lo que deberíamos hacer sin ser capaces nunca de hacerlo realmente. Es a partir de la autoconsciencia, como digo, que aparece por primera vez la realidad de una necesidad que no puede ser satisfecha. Pues lógicamente el hombre, si puede ser eterno, no sabe que puede serlo, y si no sabe que puede serlo, la idea lo atormentará igualmente. ¿Cómo íbamos a exigirle a un hombre el que se comporte de cara a una información que desconoce como si lo hiciera? Detente un momento, murmuró el optimista, si reconoces que es improbable la averiguación acerca de la presunta inmortalidad del alma, ¿cómo es posible que prescribas una cierta ética alrededor, que haces pasar por neutral, pero cuya realidad esconde un sinfín de presuposiciones no ya morales, sino peor aún, emocionales? El rechazo palpable a este mundo no puede darse sino a condición de una verdad que nos es imposible advertir, como tú has reconocido, pero si la eternidad es aún una posibilidad abierta, dado que el hombre, desde el que tú dices hacer desprender todas tus verdades, no es el mundo, sino una parte ínfima de éste que está, por esta razón, unida a las leyes del mundo...

¡Alto ahí!, dijo el Autor del Mundo o de este Blog... ¿Podéis darme un respiro? Le quitáis la gracia a todo. Cuando creé el mundo dije: toma, ahí va un poco de mi gracia..., pero por vuestra culpa mi gracia ya no es nada, tan solo desidia, una mancha pegajosa que inunda las calles, en la que la gente se ahoga y llega tarde a sus citas. ¿Cómo van a reproducirse los seres humanos, si por vuestra culpa están llegando tarde a sus citas? ¿No os dais cuenta de que eso nos perjudica a todos? Al optimista le perjudica porque a menos hombres menos ilusiones, al pesimista le perjudica porque a menos citas, menos desilusiones. ¡Poneos de acuerdo de una vez y dejad que termine mi OBRA!

Se hace de noche, será mejor que volvamos a casa antes de que nos perdamos. Vayámonos, me parece bien, pero incluso si se nos hiciera tarde, mañana saldrá el sol otra vez, así que terminaríamos encontrándonos tarde o temprano. Pero eso no quita el que vayamos a pasar hambre y el que estaremos expuestos a multitud de peligros... ¿Quién sabe?, quizá lo que ocurra es que vivamos una buena aventura...

SOCORRO 1

1. Y así fue como los hombres se emanciparon de Dios.


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