viernes, 2 de abril de 2021

La conspiración contra la especie humana, de Thomas Ligotti. Un fragmento sobre la afirmación de que el pesimista debería matarse

«La afirmación de que el pesimista debería matarse para hacer honor a sus ideas se puede rebatir diciendo que revela un intelecto tan burdo que no merece respuesta. Pero no resulta muy difícil dar una. Simplemente porque alguien haya llegado a la conclusión de que la cantidad de sufrimiento en este mundo es suficiente para que cualquiera estuviera mejor si no hubiera nacido no significa que por fuerza de la lógica o la sinceridad deba matarse. Sólo significa que ha concluido que la cantidad de sufrimiento en este mundo es suficiente para que cualquiera estuviera mejor si no hubiera nacido. Otros podrán disentir al respecto según les plazca, pero deben aceptar que si creen tener un argumento más sólido que el pesimista están equivocados. 

       Naturalmente, algunos pesimistas se suicidan, pero nada les obliga a suicidarse o a vivir con el estigma del hipócrita en la frente. La muerte voluntaria puede parecer una medida totalmente negativa, pero la cosa no es tan simple. Toda negación viene adulterada o formulada a hurtadillas por un espíritu positivo. No se puede proferir un «no» inequívoco ni obrar en consecuencia con él. Puede que las últimas palabras de Lucifer en el cielo fueran "Non serviam", pero nadie ha servido tan sumisamente al Todopoderoso, porque Su atracción secundaria en las nubes nunca atraería a ningún cliente si no fuera por la principal del infierno del diablo en la tierra. Sólo los catatónicos y los pacientes en coma pueden perseverar en un digno retraimiento del trajín y el tumulto de la vida. Sin un «sí» en nuestros corazones no se haría nada. Y acabar con nuestra existencia en masa sería la afirmación más ambiciosa de todas. 

La mayoría de la gente piensa que la vitalidad sólo se denota por fenómenos como octogenarios que trepan por senderos de montaña o naciones que construyen imperios. Esta forma de pensar es simplemente ingenua, pero nos mantiene alta la moral porque nos gusta imaginar que seremos capaces de trepar por senderos de montaña cuando tengamos ochenta años o de vivir como ciudadanos de una nación que ha construido un imperio. De este modo, las denuncias de los críticos que afirman que el pesimista debe matarse o ser condenado como hipócrita son perfectamente razonables en un mundo de optimistas con carnet o encubiertos. Una vez entiende esto, el pesimista puede librarse de sufrir más de lo necesario a manos de la "gente normal", una confederación de seres honorables que mantienen de común acuerdo la conspiración en marcha. Esto no quiere decir que estas personas no sufran tanto y de tal modo que a veces no se maten, quizá incluso en mayor proporción que los pesimistas, o que por el hecho de matarse sean unos hipócritas por haber dicho alguna vez que cualquiera está mejor por haber nacido. Sólo quiere decir que cuando las personas normales se matan, incluso después de haber dicho que cualquiera está mejor por haber nacido, quedan inhabilitadas como personas normales, porque las personas normales no se matan sino que piensan hasta el día de su muerte que estar vivo está bien y que la felicidad brillará en la existencia de los recién llegados a la vida, que, como siempre se da por supuesto, serán tan normales como ellos».


thomas ligotti portada de la conspiración contra la especie humana


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