viernes, 2 de noviembre de 2018

He pensado, a menudo, en irme a vivir a un contenedor de basura, alejado por fin del mito del trabajo que impone el sistema capitalista y de toda esperanza vital que pudiera excitar mis ilusiones, arroparme por las noches con el desperdicio y la infección, de las que me alimentaría como un parásito monstruoso. Cuando la policía quisiera sacarme de ahí, a causa de las múltiples denuncias del vecindario, que no querría tener a un Saturno goyesco paria y pordiosero comiéndose su basura, simplemente les gritaría: "LA MUGRE SÓLO SE ENTIENDE CON LA MUGRE. DEJADME VIVIR EN MI MUGRE". De ahí, supongo, al manicomio. Y en el manicomio extrañaré tanto mi basura... —Es facilísimo, es absoluta y demencialmente facilísimo enamorarse de la basura: ésta es mi única certeza. 

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